Llegáis
a casa los domingos
cuando la pausa hace días
que se volvió un rumor
de vacío,
de falta de alegría.
Llegáis
a alborotarlo todo de pantallas
aún con puertas cerradas,
con sonrisas abiertas
a darme alegría
y un poco de tormento
a centrarme los días
en recetas,
en cuentos,
en coladas tendidas de madrugada
y carreras por la escalera
y vuestras tribulaciones,
vuestras preocupaciones,
vuestros pequeños dramas
vuestro «papá se te ha olvidado
darme el beso de buenas noches»,
te lo he dado
no te acuerdas
pero aquí tengo otro,
buenas noches.
Llegáis
los domingos corriendo a las habitaciones
a volcarme la vida,
a darme aire
y un abrazo robado
y una sonrisa
si acierto con la cena,
o un enfado
que yo sé que esconde otra sonrisa,
otro te quiero,
otro beso doblado al empezar la noche.
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